Ucrania merece una adhesión acelerada a la UE por el derramamiento de sangre

Bruno Vever

Noticias

4 de abril de 2023


El 23 de junio de 2022, la Unión Europea concedió a Ucrania, brutalmente agredida el 24 de febrero por la Rusia totalitaria de Putin, el estatuto de país candidato. Pero aunque desde entonces el presidente Zelensky no ha dejado de reclamar una adhesión urgente, sin dudar en citar 2024 como objetivo, la antesala de la adhesión en la que se encuentra hoy Ucrania en compañía de casi una decena de otros candidatos, la mayoría de los cuales esperan ya desde hace tiempo, no prejuzga en absoluto tal resultado para sus socios.

Muchos obstáculos previsibles y graves

Las anteriores ampliaciones de la Unión Europea siempre han estado condicionadas a una adaptación rigurosa, que a menudo ha requerido una buena decena de años. La única excepción fue la adhesión de la antigua Alemania del Este en el contexto excepcional de la reunificación alemana. Otro obstáculo a la adhesión acelerada es la condición recientemente introducida de una reforma institucional previa de la Unión antes de cualquier nueva ampliación, reforma tan complicada como incierta en la actualidad. El fracaso en 2005 del proyecto de Tratado Constitucional, mal remendado por el Tratado de Lisboa de 2007, incapaz a su vez de adaptarse a una nueva ampliación a gran escala, así lo atestigua.

Más allá de todas las muestras de simpatía, del creciente apoyo logístico y militar, de la multiplicación de visitas de alto nivel y reuniones mutuas y de las ovaciones de las asambleas parlamentarias occidentales tras los llamamientos sin precedentes del presidente ucraniano, estos son los requisitos que muchos países miembros no dudan en subrayar.

No hay que subestimar los obstáculos a una adhesión acelerada de Ucrania, sobre todo porque las características de este país requerirán, habida cuenta de los criterios europeos habituales, una adaptación especialmente exigente. El nivel de su PIB actual, muy inferior a la media comunitaria e incluso al de la mayoría de los demás candidatos, requerirá una ayuda europea tanto más importante cuanto que su población de 44 millones de habitantes lo convertirá en un gran Estado miembro.

Habrá que emprender numerosas reformas para adaptar las estructuras ucranianas a las normas europeas, sobre todo en lo que respecta a la transparencia jurídica de sus instituciones y, especialmente, a la lucha contra la corrupción, que el Presidente Zelensky ya ha iniciado en cierta medida.

Así las cosas, la modernización de las estructuras de la economía ucraniana promete también, habida cuenta de su fuerte potencial minero, especialmente en tierras raras, de su potencial industrial y energético y, por supuesto, de su potencial agrícola, con una superficie cerealista sin parangón, convertirla en un Estado miembro importante, que reforzará la autosuficiencia y la competitividad global de la Unión Europea. Pero esta perspectiva también puede preocupar a muchos, empezando por Francia, que no tiene ninguna prisa en ver cuestionada la preeminencia europea de su agricultura de una forma sin precedentes en los mercados, al tiempo que se ve penalizada por una redistribución de las ayudas de la Política Agrícola Común.

Además, el propio equilibrio político, económico y estratégico de la Unión Europea se reforzará significativamente hacia el Este. También en este caso, este desplazamiento puede preocupar, con razón o sin ella, a una Francia que ya se ha sentido descentralizada por una evolución que comenzó hace treinta años con la unificación alemana y continuó con la gran ampliación continental.

Estos son los principales obstáculos a los que se enfrenta actualmente la perspectiva de una adhesión acelerada de Ucrania a la Unión Europea. Ante los problemas particulares percibidos desde la perspectiva francesa, el presidente Macron no dudó en convertirse en uno de los principales intérpretes, a riesgo, para quienes no entienden la sutileza del "al mismo tiempo", de preguntarse por los límites difusos en la intensidad del apoyo mostrado a la adhesión ucraniana.

Excepcionales apuestas políticas para barrer todos estos obstáculos

Frente a estos prejuicios, más o menos claramente expresados, no faltan razones para contrarrestarlos y apoyar el afán del Presidente Zelensky por unirse urgentemente a nosotros. Es una imagen tan fuerte como emblemática, tan elocuente como convincente: la de un presidente carismático en uniforme de combate, decidido a defender nuestras libertades europeas sin ningún espíritu de retirada ni de sumisión, defendiendo las de su país contra la agresión de una dictadura implacable, enemiga mortal explícitamente declarada de nuestros valores democráticos occidentales.

No hay precedentes en la historia de la Unión Europea de una situación semejante, ni de ninguna otra candidatura con ésta. Para nuestra Unión de 2023, un hecho es seguro: desde que la Rusia de Putin inició deliberadamente un conflicto armado en Europa por primera vez desde 1945 y desafiando todas las normas jurídicas, diplomáticas y de civilización, todo nuestro marco de referencia se ha desplazado de la noche a la mañana a otro mundo.

Este "día después" obliga a la Unión Europea, apoyada por la OTAN, a reprogramar a fondo su ADN, hasta ahora centrado esencialmente en la organización comercial de una globalización que esperábamos feliz. Hoy, enfrentada a las realidades de una economía de guerra, que nadie se atreve a llamar por su nombre pero que cada vez es más evidente como tal, se ve obligada a hacer exactamente lo contrario de lo que hizo ayer.

Multiplicando las sanciones económicas y financieras contra Rusia, obligado a sacrificar de la noche a la mañana las titánicas infraestructuras de abastecimiento energético de esta última, que parecían haber sido puestas en marcha para una eternidad, obligado a revisar de arriba abajo toda su estrategia económica y comercial, afectado por la actitud ambigua de sus socios del Tercer Mundo ante la situación, por no decir otra cosa Sacudida por el posicionamiento indescifrable de su principal socio comercial, China, experta en desdibujar las líneas jugando todas las cartas y todos los tantos, pero volcada ante todo en una estrategia de supremacía mundial, la Unión Europea no puede permitirse seguir pagando el precio de su miopía, cuando no de su incoherencia, y sufrir a cambio todos los sobresaltos.

La lista parece interminable: La total dependencia militar de Estados Unidos, con sus consecuencias políticas y económicas directas, la obligación de duplicar o incluso triplicar los presupuestos militares nacionales que habían permanecido latentes durante treinta años, la reactivación de sectores e industrias armamentísticas desmantelados, la reinvención de formaciones y conocimientos técnicos olvidados, el debilitamiento de las relaciones franco-alemanas en una Europa tan sometida a la dominación del otro lado del Atlántico como profundamente sacudida por el estallido de la guerra en el Este, una bolsa de aire duradera en los intentos de recuperación económica postcovídica, la acogida de urgencia de varios millones de refugiados ucranianos desprovistos de todo, la agravación y multiplicación de los problemas y privaciones energéticas, el cuestionamiento de los planes climáticos, el retorno espectacular de la inflación y el aumento de las tensiones políticas y sociales. El milagro es que, en tales condiciones, la unidad y la solidaridad de la Unión Europea hayan conseguido, contra viento y marea, salvaguardarse...

La única respuesta creíble a una dictadura sin ley

En el frente militar, la escalada en las fronteras europeas está ahí y no hay señales de apaciguamiento. Apoyada por una ayuda estadounidense preponderante y enmarcada por una vuelta en vigor de la afirmación de la OTAN, la Unión Europea se ve obligada a entregar urgentemente a Ucrania todo lo que aún puede aportar, aunque ello signifique despojarse aún más de sus propios medios nacionales de defensa.

En pocos meses, los refuerzos logísticos, la ayuda médica y las entregas de armamento ligero fueron sustituidos por blindados de apoyo, artillería de campaña y baterías de misiles, seguidos de carros de combate y aviones de combate. Patrullas aéreas permanentes, con la participación activa de la aviación francesa, barren los miles de kilómetros de fronteras orientales de la Unión, disuadiendo cualquier incursión del agresor ruso.

Ayer, el cóvido nos hizo jugar a la guerra. Hoy, la Rusia totalitaria, agresiva e imperialista de Putin impone su propia guerra a Europa, la verdadera y la peor, con sus bombardeos terroristas, violaciones masivas, torturas y crímenes de guerra, sus deportaciones de poblaciones enteras y sus secuestros de niños robados a sus familias y a su país. Para los Estados miembros de la UE vecinos de Rusia, anteriormente anexionados o satelizados por Rusia, es un cruel recordatorio de lo que una vez tuvieron que soportar del Ejército Rojo, y el terror de verlo repetido. Y para toda Europa, es la hora de la verdad. Los primeros combatientes de una Europa democratizada tenían como lema: vivir libre o morir. Los ucranianos de hoy son sus dignos herederos. Su motivación ejemplar, su resistencia feroz, su inteligencia militar, su ingenio inventivo, en drones militarizados y nuevas tecnologías de bajo coste pero muy eficaces, apoyadas por los satélites de una vigilancia estadounidense implacable de los más mínimos movimientos del agresor, han permitido hasta la fecha acorralar al ejército ruso en una trampa mortal.

Sin embargo, la Rusia de Putin no ha aprendido ni una sola lección. Sacrifica a sus propias tropas, apoyadas por milicias interpuestas de antiguos presos comunes, con la esperanza de beneficiarse de una guerra de desgaste. Y, por si fuera poco, desplaza sus misiles nucleares, reforzando los de su enclave avanzado de Kaliningrado mediante la instalación sin precedentes de otros nuevos en el territorio de su vasallo bielorruso, complaciéndose en agitar su ruleta rusa con el chantaje supremo, el de un bombardeo de centrales atómicas, el de un uso de los llamados misiles nucleares tácticos, sin excluir siquiera la amenaza apocalíptica última de los misiles intercontinentales.

Frente a la criminalidad estalinista del régimen de Putin, que ya ha sido acusado por la Corte Penal Internacional, y frente a la cual no hay otra actitud posible que la de una determinación intrépida, inquebrantable e inquebrantable, la admisión urgente de Ucrania en la Unión Europea, en reconocimiento y como precio por el derramamiento de sangre que ha causado, como ilustración directa de nuestro rearme físico y moral, sería sin duda la respuesta política más clara y, por tanto, la mejor. Y, de hecho, la única que está a la altura de los sacrificios ucranianos, de las provocaciones de Putin y de lo que está en juego en esta guerra vital para Europa.

Posibilidad de adhesión acelerada en tres fases

Por tanto, esta aceleración podría llevarse a cabo en tres etapas. La primera consistiría en incorporar sin más demora a Ucrania como invitado permanente a los órganos de gobierno de la Unión (Consejo Europeo, Parlamento Europeo, Comisión Europea), aunque sin derecho de voto pero con libertad de expresión y participación. El Comité Económico y Social y el Comité de las Regiones también se beneficiarían de invitar a interlocutores ucranianos a sus reuniones.

Un segundo paso podría consistir en concluir el Tratado de Adhesión ya en 2024, que los Estados miembros y el Parlamento Europeo tendrían que ratificar con vistas a su entrada en vigor en 2025. La cláusula de reforma previa de la Unión no debería aplicarse a esta adhesión debido a su carácter único, gestionable en el marco de las instituciones actuales y justificado políticamente por las circunstancias excepcionales. Por las mismas razones, los demás países candidatos no deberían poder utilizar esta adhesión prioritaria para forzar la preparación y puesta en marcha de la suya, lo que no significaría que se vieran necesariamente penalizados y retrasados.

Por último, esta adhesión acelerada de Ucrania, con su plena participación y sus derechos de voto, no debería significar en modo alguno que pudiera eludir los periodos de transición necesarios para el pleno ejercicio de las libertades económicas y el pleno cumplimiento de las normas jurídicas comunes. Esta mejora y cumplimiento se aplazarían así a una tercera fase, bajo el control de la Comisión y el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas. La diferencia esencial con las adhesiones anteriores sería, por tanto, que, como consecuencia del requisito de urgencia, los periodos de transición relacionados con las libertades y obligaciones comunitarias tendrían lugar principalmente después y no antes de la adhesión política de Ucrania.

En cuanto a los previsibles prejuicios contra semejante desviación del modelo tradicional de adhesiones de lenta percolación en beneficio de una adhesión ucraniana "a tracción delantera", ciertamente revolucionaria pero justificada por una situación fuera de lo común, dejaremos que la historia responda, como tantas veces ante cuestiones excepcionales: ¡la necesidad es la ley!

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